viernes, 29 de junio de 2007

A MI HIJA PILAR

Ven, cabecita alocada,
de la melena rizada,
la de los raros antojos,
que florecen madrigales,
tú la que tienes por ojos
unos mantos funerales.

Si a entristecerte se empeñan
los que no saben amar
y toda ilusión desdeñan
déjalos quietos estar
y ven conmigo a soñar
por todos los que no sueñan.

Aquieta, niña mía,
por un momento
esa tu fantasía
y escucha el cuento.

En un país de quimera,
que esta detrás de la bruma,
vive una niña hechicera
y que parece que fuera
hecha de copos de espuma.

Rojos los labios, muy bellos,
las mejillas de arrebol
ojos de vivos destellos
y que tiene los cabellos
hechos de rayos de sol

Y sucedió que una mañana
asomada a la ventana
vio pasar un trovador
que en notas de angustias llenas
iba vertiendo sus penas
y desengaños de amor.

La niña que no sabía
de maldad ni de falsía
que era buena y que tenía
un sensible corazón
al verle tan sin ventura
sintió indecible amargura
y le amó por compasión.
Pasó el verano y cayeron
amarillentas las hojas
con su ausencia las congojas
dolor y llanto se hicieron
y pálidas se volvieron
las que eran mejillas rojas.

¿Te duermes? Es loco empeño
el referirte a tu edad
cuento de amor que en verdad
sólo te producen sueño.

Ya tus párpados se empiezan
pesadamente a cerrar
vete hija mía a acostar
y no olvides de rezar
por todos los que no rezan.




Juan Luis Yrivarren de la Puente

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