lunes, 31 de diciembre de 2007

UNA NIÑA

De un alto monte en la apacible falda
renavega desierta y escondida,
se extiende cual magnífica esmeralda
de mil matices mágicos teñida.

La atraviesa un arroyo cristalino,
que en vario movimiento se desata
retozando su líquido argentino
como una sierpe de luciente plata.

Con puros y magníficos colores
bordan su orilla, con vistoso alarde
las mil lozanas y gallardas flores
que embalsama el aire por la tarde.

En un rincón del valle silencioso,
se ve una choza humilde y blanquecina
que con su rayo trémulo y dudoso
de la tarde el crepúsculo ilumina.

Allí vive una niña en la eufonía
de la primera tierna juventud
de los padres la dicha y la alegría,
consuelo y galardón de su virtud.

El rumbo de las olas con la arena
en confusión perciben a lo lejos
y del día los últimos reflejos
tiñen al cielo amaranto y grana.

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