Heme puesto en el yelmo una blanca cimera.
A mi cabalgadura he ajustado el bridón.
y he partido al ocaso, en pos de una quimera
y busco amargas realidades vencer
a través de mi ilusión.
Nuevo Don Quijote he cruzado el camino,
Gallardo caballero, puesta en ristre mi lanza
acordándome, a veces, del yelmo de Mambrino
y deseando a mi lado, tener un Sancho Panza.
Pero el destino adverso me negó un escudero;
la vida me ha mostrado, perversidad y dolo…
Y triste y lentamente voy cruzando el sendero,
soberbiamente altivo y eternamente solo.
Por doquier he encontrado malandrines, truhanes,
la pérfida calumnia me rozó con su aliento;
y he tenido aventuras igual que los catanes
y echáronme por tierra los molinos de viento.
A mí no me ha vencido, jamás, un caballero,
jamás pudo alabarse nadie de hazaña tal,
y he sostenido siempre con altivez mi fuero
pero logró vencerme la indignidad del mal.
De regreso a mis lares, ya solo remembranza
igual que a don Alonso en su mustio lugar
abandonado y solo, lejana toda esperanza
¡Y ha de venir la muerte! ¡Ya podré descansar!
1920
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