Muy joven y sin cordura
el pobrecito casó
sin meditar lo que hacía
cegado por la pasión
y su mujer una arpía
rematada le salió
como salen casi todas
cuando el tino nos falta
para buscar a conciencia
la compañera mejor.
Él tenía buen carácter
pero después se le agrió
y ya no tiene un momento
siquiera, de buen humor
y ya no tiene energía
agallas ni decisión,
pues al tratar con su suegra
que es una mujer atroz
sin saber cómo, ni cuando
los pantalones perdió
y un hombre sin pantalones
¿para que sirve? ¡por Dios!.
Y paso la pena negra
la pena negra pasó,
pues la suegra aprovechando
de la propicia ocasión
los pantalones del yerno
al punto se acomodó
y metida en sus calzones,
con una zaña feroz
lo gobernaba a su antojo
gozándose en su dolor...
en tanto el pobre sufría
con grande resignación.
Fueron tales las desdichas
que el vínculo le acarreó,
que pidió el divorcio como
la resolución mejor
para salir de las cuitas
en que le puso el amor
y va con el alegato
a pedir reparación.
Pero es posible que pierda
(como siempre sucedió)
en letrados y escribanos
el frac, sombrero y bastón
y me lo van a dejar
cual su madre lo parió
entre estas dos entidades
la justicia y el amor.
Mayo 15 de 1905